Outlast lleva el concepto del survival horror a sus raíces para alcanzar un nuevo nivel. Nuestro personaje no puede atacar. No es ningún Rambo y, ante las monstruosidades que se encuentra, sólo alcanza a correr, esconderse y, como mucho, empujar a los enemigos que le salen al paso. Nada de lanzacohetes o ni siquiera una triste pistola. Estamos angustiosamente desprotegidos frente al horror. Bueno, tenemos una sola "arma": nuestra cámara de vídeo. Con ella podemos grabar situaciones clave que encontremos, lo que desbloquea notas del protagonista.
Pero lo más importante es que podemos activar su modo visión noscturna, lo que resulta fundamental para superar ciertas zonas en las que la oscuridad es total. En ese sentido, el uso de la cámara y la constante jugabilidad en perspectiva subjetiva recuerda al clásico Condemned de 360 o a aquel curioso Michigan: Report From Hell que vimos en PS2. Y, ¿por qué no decirlo? Ciertos momentos recuerdan inevitablemente a nuestra saga cinematográfica [REC].
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